Tengo una flor atada al pensamiento
un gesto de rabia encarcelado
un puño en sangre de abrazarse
y un pintor sin talento ni colores
Tengo, de tu mirada, su color en la retina
de un abrazo robado el calor cobarde
y de un baile de manos el temblor que busca,
el sentir que estás y que te he encontrado
Tengo, también, el alma en laberintos
en túneles oscuros que se alumbran
en una noche enorme que se acaba
en la mañana de un día que comienza...
Y por tener tengo hasta las ganas
de darte lo que llevo en las entrañas
de un rostro que se encienda en tu reflejo
de un caminar que te acompañe y me dirija.
[A la llama eterna que nos calienta el corazón]
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